jueves, 12 de julio de 2012



No sabes cómo, ni por qué, pero sucede.
Se filtra por los poros de la piel, por la ventana de las pupilas, por el laberinto de los oídos 
Es ladino y contumaz, escurridizo y etéreo, hipnótico y contradictorio.
Te invade, te desafora, te descalabra, te descerebra.
Y lo que creías tú inexpugnable fortaleza de certezas y convicciones, templada con el mortero del escepticismo, las soledades, la decepción y el desatino, se convierte en un frágil castillo de naipes, capaz de desmoronarse con sólo un leve suspiro o un imperceptible susurro.
No hay antídoto, ni tratamiento que palíe sus efectos, estudio o reflexión que argumente y defina sus complejos y atávicos mecanismos. Tampoco la literatura, la ciencia o incluso la brujería han sido capaces de descifrar su origen y morfología.
Pero a pesar del vértigo, la incertidumbre y el desconcierto, darías un brazo por ese abrazo, un ojo por esa mirada, la razón por ese corazón.