domingo, 17 de junio de 2012

Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cuatro, y acabo la planilla  y pienso diez minutos, y estiro las piernas como todas las tardes, y hago así con los hombros para aflojar la espalda, y me doblo los dedos y les saco mentiras.
Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cinco, y soy una manija que calcula los intereses o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas, o un oído que escucha como ladra el teléfono, o un tipo que hace números y les saca verdades.
Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte de sorpresa y decirme ¿qué tal?, y quedarías con la mancha roja de mis labios y con el tizne azul de mi carbónico.